El mal de amores

Por Ascensión Ramirez Cagigas Psicóloga y Psicoterapeuta

Programa:

  1. El mal de amores
  2. La crisis en el enamoramiento
  3. La crisis en la pareja consolidada
  4. La pareja resiliente
  1. El mal de amores es definido por el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como una enfermedad o dolencia. Otras definiciones la conceptúan como un estado de sufrimiento producido por un desengaño o por un amor no correspondido. Sin embargo, el mal de amores en esta ocasión va a englobar muchas maneras de no aceptación del otro y, la caída en el dolor de la expectativa del ideal que la persona se hace cuando se relaciona afectivamente con alguien en plan de pareja.

Podemos considerar que alguien está enfermo de amor en los siguientes casos:

  1. En pleno enamoramiento, cuando la persona se siente abandonada en algo que considera que ella no haría, “amando como ama”. Comienza un debate en el interior de esa persona que desarrolla un monotema obsesivo y que intenta comprobar repetidamente.

En la primera charla de este ciclo, expliqué el papel de las hormonas en el enamoramiento. Cuando se cae en el mal de amores lo que se baja en la dopamina como neurotransmisor del placer y de la curiosidad, y del aprendizaje apasionante. Se reduce considerablemente la serotonina, sintiendo un estado de inseguridad en intranquilidad que produce una alarma en el sistema nervioso autónomo. El cerebro queda activado por la noradrenalina que se quedó alta para favorecer la energía sexual y agresiva del encuentro de apareamiento.

Un cerebro inseguro, acompañado de falta de placer, y elevado de energía agresiva, solo puede favorecer el enfado, la rabia, la desconfianza y el reproche.

Cuando la persona se reencuentra con su enamorad@ solo sabrá sacar su frustración, el coraje y así empiezan a sucederse etapas de ajustes y nuevos desajustes. Según sea la historia de cada miembro del par, se llevará mejor o peor todo este caos hormonal. Lo cierto es que todo lo que era placer e interés por el otro comienza a desaparecer progresivamente y, se entra en la sospecha continuada por miedo al abandono, al engaño, a la traición. Algunas veces, la causa de este sufrimiento puede ser una experiencia previa desgraciada o, simplemente, un modelo de amor distinto que no se entiende y se denuncia, una rebelión contra la pérdida del ideal de la persona que empezamos a conocer.

Los síntomas son:

  • Primero: Negación.“No puedo creerlo”.
  • Segundo: Recuerdo de experiencia propia o de la cultura o del mito. “No puedo permitirlo”.
  • Tercero: Ataque defensivo. “Me dañas y te vas a enterar”.
  • Cuarto: Hundimiento. “No puedo vivir sin ti, no me abandones, no puedes hacerlo”.
  • Quinto: Alivio y resignación. “Menos mal que no te vas, con eso me conformo”.
  • En una relación consolidada, la sensación más frecuente es de monotonía, insatisfacción, enfado, discusiones, críticas, restas en vez de sumas. Hay un apego fuerte y dependiente que se amplifica con el sufrimiento, puede haber protesta pero no se atiende y, se usa el mecanismo agresivo pasivo de comunicación en el que la separación de actividades, tiempo, intimidad es cada vez mayor. Se ventilan cuestiones pasadas solo por reprochar sin objetivo o como mera defensa. Hay muchos trastos y dolor que van en las dos direcciones. La relación puede estar herida, mal curada y produce residuos nada deseables.
  • En una relación de amistad, cuando hay una de las dos personas que se interesa amorosamente en la otra, y no es correspondida. En ocasiones, se disfraza de amistad algo que no lo es. Hay una carga de atracción y deseo por el otro, con tal de estar cerca se vive una expectativa continua. Aunque a veces se explicite el amor o el deseo, muchas otras se está cerca aceptando incluso la sumisión al otro. El sufrimiento y la desesperanza aparecen, sin embargo el límite de soportar crece y hace que nunca sea el momento de transformar esa amistad en amor, de ser capaz de expresarlo, de plantarse ante una historia que es solo para el beneficio del amigo o de la amiga..
  • El cierre al amor o cierre del corazón es un blindaje que se ha hecho una persona por una experiencia afectiva traumática o negativa. La decepción ha sido tan grande que marca la existencia del sufriente amoroso.

    El doliente se permite cercanías íntimas sin compromiso y, al más mínimo atisbo de avance en la relación, hay huída, excusas, justificaciones. Lo cierto es que esa persona necesita relacionarse pero a la vez también no implicarse, todo va bien mientras sea así.

    La disociación entre el corazón y la sexualidad se enquista, hace que el amado solo viva un contacto superfluo carente de sentimiento porque no hay permiso de rendirse en la totalidad. Muchas veces también es bloqueada la fluidez del disfrute sexual a pesar de que se esté comenzando la conexión amorosa. La disociación sexo/corazón puede favorecer la aparición de disfunciones sexuales como anorgasmia, problemas de eyaculación, de erección, dolor o dispaneuria, vaginismo, etc.

    1. La crisis en el enamoramiento

    Los enamorados en su mundo embrujado tienen un tiempo determinado en este estado, cada uno el suyo.

    Un día uno de los dos descubre que ya no es tan maravilloso el otro y se encuentra protestando o con la primera pelea. Algo que sorprende desagradablemente aparece, es un comienzo de cordura, de aterrizar brusco, aunque con la percepción terrible de que nuestro enamorad@ está cambiando, ya no es como se mostraba.

    Este descubrimiento tan intenso produce una caída del pedestal en el se tenía al amad@ y una decepción que necesita ser resuelta y traspasada. Silvia Salinas y Jorge Bucay en su libro “Amarse con los ojos abiertos” hablan sobre ese momento como “el darse cuenta de la diferencias y poder dejar atrás las semejanzas del ideal amoroso”. Esta comprensión es compleja puesto que es difícil aceptar que el otro no era como lo creó su enamorad@, que no ha cambiado, sólo es que no se le podía ver por la ceguera expansiva del enamoramiento. Si alguien reprocha al otro por haber cambiado es que realmente no ha podido verle en realidad, quizás no ha querido, y en su lugar ha hecho una preferencia selectiva de los sentidos para escoger solo las coincidencias.

    Traspasar esta barrera favorecerá la construcción del amor real, el conocimiento de la pareja, y la conexión auténtica que surge de la superación del miedo a mostrarse tal cual se es.

    1. La crisis en la pareja consolidada

    Puede ser que se de una idealización o enamoramiento prolongado, que puede perdurar aunque haya habido una consolidación de la relación. Mayoritariamente, el efecto bioquímico va transformándose con el paso del tiempo y es importante el desarrollo de habilidades para favorecer conscientemente el proyecto de pareja.

    La etapa de pareja estable requiere gran capacidad para adaptarse, para innovar y, sobre todo, para poder ser uno mismo sin perderse en el otro. Para sumar tiempos compartidos y tiempos personales, para la crianza sin conflictos educacionales buscando soluciones consensuadas.

    Cuando aparece una crisis, algo de todo lo anterior, bien no ha aparecido, o puede que se haya desequilibrado la balanza hacia un lugar que llamo pereza de apego. En el budismo moderno, este tipo de pereza se refiere a quedarse aferrado a hábitos superficiales, a entretenimientos materiales, en vez de trabajarse la práctica diaria que permite el avance en realizaciones verdaderas para el bien de los demás, como la generosidad, la ecuanimidad, el tomar y el dar, etc.

    En aplicación a las dificultades de mantenerse en pareja, la pereza de apego es el apalanque en un aporte pasivo a la relación una vez logrado el amor y el nido. La lucha del día a día es agotadora, cansina, uno no tiene ganas más que de descansar, dormir o ver la televisión, redes sociales, etc. Otras veces se busca salir a entretenimientos diversos y estar en compañía de mucha gente, también llenarse de trabajos para justificar el no tener ganas de compartir. Se llega a no escuchar ni a ver la señales, que siempre avisan, y tarde o temprano ocurre la crisis.

    Cuando no se atiende el propio sentimiento y la energía se desvía de lo importante, cualquier acontecimiento puede afectar y por tanto, alejar a las personas que se aman.

    Es importante estar atent@, pedir ayuda, comunicar los sentimientos, escuchar, mirarse de verdad en vez de la fuga, la pasividad, o la amargura y resignación.

    1. La pareja resiliente

    La resiliencia significa salir fortalecido y evolucionado de situaciones traumáticas y experiencias vitales de hundimiento y de extrema dureza, fue un término acuñado por Boris Cyrulnik en su libro “Los Patitos Feos”:

    En este ensayo, resiliencia equivale a «resistencia al sufrimiento», y señala tanto la capacidad de resistir las magulladuras de la herida psicológica como el impulso de reparación psíquica que nace de esa resistencia. (N. d. t.)”

    Este concepto aplicado a la pareja significa que los integrantes de la misma han sido capaces de superar las crisis de su relación no de cualquier manera sino favoreciendo un crecimiento humano increíble de cada cual.

    Ciertamente, la pareja es un contexto que favorece todos los avances de comunicación humanas, es un laboratorio que reproduce los primeros vínculos madre - hij@, padre - hij@. Por lo tanto, si se van superando con amor, comprensión, confianza, libertad, respeto, los altibajos vitales que acontezcan, indudablemente la evolución está cantada.

    He de destacar que el trabajo de pareja necesita saltar las vallas de la pereza del apego y de vínculo inseguro, para lograr ese desarrollo anhelado, casi utópico, pero que me consta que muchas parejas han conseguido y siguen logrando cada día.

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